WE'RE NOT IN WONDERLAND ANYMORE, ALICE.

jueves, 16 de febrero de 2012

Anoche soñé con vos. Te soñé débil, como siempre. Estabas con alguien que no era yo, y para qué omitirlo? Soñé que la mataba. Había sangre contra un vidrio y una linda nariz con septum, una linda nariz rota. Llorabas, pero no por ella: por vos. Por volverte loco.
Transcurría todo en el fondo de un colectivo, y quien sea que lo estuviese manejando debió entender mis razones porque me dejó liberar mi odio sin interrupción alguna.
Mi visión era tétrica y había un invasivo olor a fracaso (tuyo, mío). Demasiada psicopatía, demasiados esquemas rotos y traumas irreparables acumulados. Demasiada locura de la real, de la que da miedo, mucha más de la que pudiese alojar en mi mente (curioso porque todo ocurrió allí). Era desesperante, pero aún así reinaba la tranquilidad de la aceptación (o del abandono), porque ya no había nada más que hacer con nada, y lo sabíamos. Sabíamos en el inconsciente, que vivir de ahí en más iba a ser simple inercia.
Te vi destruido por fuera y por dentro, y no me sentí mal por vos. Más que por estar ocupada sintiéndome mal por mi, fue porque después de todo no era yo la única destruida. Y paradójicamente me sentí bien por eso. Entonces te hablé, mientras temblabas frenéticamente junto a un cadáver fresco que no era nadie (al menos no para mi). Te eché la culpa de todo y te recordé todo lo que habías echado a perder. Mirabas a la nada. Llorabas con ese mismo horror que un asesino inocente se ve las manos ensangrentadas y se pregunta "¿qué he hecho?", porque aunque las manos ensangrentadas eran las mías, ambos sabíamos que fuiste vos quien nos asesinó.
Desahuciado y más despersonalizado que nunca, pero a la vez más personal de lo que alguna vez te vi, de la peor manera que me hubiese gustado verte, te encontré siendo vos mismo. Te escuché pensar, si, porque jamás ibas a admitirlo pero al menos lograste pensarlo y, aunque débil para reconocerlo, te entendiste esclavo y prisionero de unas ataduras ajenas que en tu impersonalidad hiciste propias. Comprendiste tu grado de culpa por no haber sido fuerte y enloqueciste por pura debilidad. Y me amabas. Por eso llorabas, porque aún nos amabas pero tu fragilidad estúpida no había podido con tanto amor. Débil para crear amor optaste por un amor ya inventado que no era tuyo, que no era nada. Y llorabas por eso. Creo que eso fue lo único que me dio la pauta de que era un sueño...