"Qué linda escena" te dije, con una sonrisa relajada en mi desmaquillada cara con vestigios de sueño. 7 de la mañana. Tu pelito verde despeinado y música perfecta de fondo, como siempre en cada escena de nuestra película personal. Arrancaste el primer viaje mañanero de nuestra historia y yo te miraba, mientras la luz del sol se filtraba débil por la cortina de tu ventana. De un instante a otro viajé al paraíso en vida y descubrí que el secreto de su majestuosidad es la perfección de su simpleza. Solo necesitaba un colchón, música y tu compañía. Y en ese momento no pude amar otra cosa más que estar a medio vestir en tu cama, viendo como tus ojos se volvían cada vez más brillantes...