WE'RE NOT IN WONDERLAND ANYMORE, ALICE.

sábado, 10 de marzo de 2012

Comunicación: Q.E.P.D

Solía ser muy habladora, de hecho lo sigo siendo. Y siempre me gustó tanto el lenguaje y las palabras, que convertía cualquier situación en la excusa perfecta para hacer uso de ellas.
Siempre amé el lenguaje. Su función (expresiva, comunicacional) y lo que a través de él se puede lograr. Y amo los idiomas, que, si bien aborrezco al hombre, debo reconocer que con los idiomas ha hecho un muy bonito trabajo. Sobretodo con el Español. Me gusta la manera en que todo tiene una palabra significante, hasta lo más inimaginable, y el Español, además, lo hace sonar tan bellamente, que incluso embellece las cosas haciéndolas aún más bellas de lo que son. Arcoiris, por ejemplo. O Fresa; dicho así suena aún más roja y apetecible, ¿verdad?.
Pero regresando a la primer oración: solía ser charlatana, si. Y más allá de que, no puedo evitarlo, sigo disfrutando del habla (y la escucha), creo que algo, no específico, un "algo" de esos que se refieren a un "mucho", me desencantó de mi enamoramiento. Y yo sé qué es, lo cual me saca un poco la esperanza de volver a sentir ese encantamiento inicial, ya que cuando uno desconoce la causa de su "problema" (llamémoslo así), el hecho de encontrarla mantiene vigente la fe de dar con algo "solucionable". Pero yo sé que lo que me afectó, es algo muy difícil de solucionar; y dada mi desidia y la apatía con la que vivo, yo diría que es imposible. Sobretodo porque implica falacias y defectos humanos. Me enamoré del lenguaje porque lo creí algo hermoso y perfecto, con una función sumamente noble y sublime. Pero cuando uno comienza a advertir la contaminación de lo perfecto, comienza en paralelo, a desencantarse. Y yo sigo amando las palabras, las oraciones, los libros, los textos, los discursos, las discusiones... pero debo decir que me decepcioné. Me frustré, y no solo una, sino incontables veces, al notar que la nobleza que yo tenía concebida del destino del lenguaje, no era más que una porción de mis pensamientos utopistas. Es tan frustrante cuando las cosas funcionales no alcanzan su finalidad supuesta. Sobretodo, cuando te esmerás porque funcione. Pero la avería en este sistema que creía perfecto, se encuentra, una vez más, en el hombre. Mi utopía reposaba en la idea de que las palabras comunicaran y fueran recibidas con el mismo amor que fueron pensadas y dichas. Porque claro, cuando uno desea realmente comunicar algo, su objetivo es que lo entiendan; entonces, se empeña en buscar las palabras más adecuadas y entrelazarlas de la manera más correcta, casi como un arte, y deja en el hecho, sea poco o mucho, esfuerzo y voluntad. Entonces descubrí que el lenguaje estaba fallando en su función, cuando estaba siendo hablado pero no estaba siendo escuchado, o cuando estaba siendo escrito, pero no leído, o lo que es aún peor, no interpretado. Y si que es doloroso no ser valorado. Porque cuando no valoran algo que hacés, que proviene de vos mismo, es que desvaloricen tu persona.
Y tras esta falencia primaria, comenzaron a surgir otras más. Y deduzco, que como a nadie le gusta ser lastimado, lejos de seguir esmerándose por hacer funcionar el esquema comunicacional, la gente dejó de intentar. La gente dejó de hablar, dejó de escribir, dejó de transmitir, dejó de comunicar. Y la palabra perdió sentido. Perdió el valor a tal punto, que ya las personas pasan de ellas, y las trascienden. Y surgen frases (y con certeza) como: "un hecho vale más que mil palabras" o "del dicho al hecho...". Y eso es porque no se respeta lo que se dice, no se respetan las palabras. Y si sirve de excusa colocar a los "hechos" en un sitio de mayor importancia que las "palabras", deberíamos reconocer que las palabras, también son hechos: son el hecho de hablar, de escribir, de explicar, de prometer...
Pero volviendo a mi incomodidad, a mi tristeza personal: ¿Es acaso tan utópico pensar en un mundo donde el lenguaje realmente funcione? Si el hombre lo creó para ser funcional, para facilitar su vida en sociedad, ¿por qué no se sirve de él? No me gusta caer en lugares comunes de reflexión, pero esto es algo cierto: El ser humano se empeña por lograr avances en herramientas bélicas, ¿y no se molesta por "reparar" el herido y olvidado lenguaje? Bastaría con volver a darle valor y credibilidad a las palabras, con tomarse la molestia de aprender a hablar y sobretodo aprender a escuchar...
Pero me atrevería a escribir que SÉ lo que usted, lector, está pensando. Porque me encuentro casi convencida de que a esta altura del texto, logró sentirse (siquiera un poco) como me siento yo, por lo que debería pedirle disculpas. Por haberle contagiado esta triste sensación de daño irreparable, de desesperanza y frustración, de percibir a todos los idiomas del mundo, y con ellos a nosotros mismos, desangrándose delante de nuestros propios ojos y sentir la impotencia de no poder frenar la hemorragia.
Y es que la realidad nos obliga a ser realistas. En el fondo, todos sabemos que "el granito de arena" es también una bella utopía, ya que siempre va a haber entre la arena quienes aporten piedras. Lo que es una lástima, pero también, en el fondo bien dentro de nuestra asumida condición de humanos, sabemos que las palabras están devaluadas por culpa nuestra pero estamos demasiado individualizados como para hacer algo al respecto. Así que como se trata de una revolución a gran escala, y es demasiado para usted, quédese tranquilo. Limítese simplemente a sentirse conmovido y haber cumplido su cuota diaria de reflexión, hoy día no se puede pretender que un simple texto genere mayor impacto, y sí, lo (nos) culpo. Al igual que usted, yo también permaneceré tranquila en la quietud de mi realidad resignada y tan solo me limitaré a finalizar el texto, como tantos otros que he hecho, y seguiré disfrutando del lenguaje en la soledad de mi cuarto, sin alarmas ni sorpresas, interactuando con un libro.